¿Qué hay que saber del tan común ojo seco?

Casi siempre el ojo seco es multifactorial, y es importante identificar cada uno de los problemas asociados de cara a un tratamiento óptimo.

Un diagnóstico correcto y detallado, basado en la exploración y la entrevista con el paciente, es esencial para diferenciar los distintos tipos de ojo seco. No todos los pacientes son iguales y las causas son múltiples.

El oftalmólogo evaluará la cantidad y calidad de la lágrima, posibles malposiciones palpebrales, glándulas de Meibomio (situadas en el borde del párpado, imprescindibles con su función de secreción de grasa y alteradas en la blefaritis), uso de lentes de contacto o alteraciones neurológicas que condicionen problemas en el circuito reflejo de parpadeo.

Componente inflamatorio.

Con la sequedad ocular, se producen cambios en pH y composición lagrimal que conllevan una inflamación. Ésta a su vez exacerba la sequedad de base. El tratamiento de esta inflamación romperá ese círculo vicioso y será imprescindible para el correcto manejo de los síntomas y patología de base.

Tenemos varios escalones en el tratamiento antinflamatorio, desde los AINEs (antiinflamatorio no esteroides) y corticoides de baja potencia hasta la ciclosporina tópica. También son beneficiosos para modular la inflamación de superficie los complementos a base de omega 3 y 6.

La importancia de la higiene palpebral.

Es muy frecuente que uno de los factores asociados al ojo seco sea la blefaritis, una inflamación del párpado que cursa con alteraciones en la secreción de la grasa (componente importante de la película lagrimal que evita su evaporación). El tratamiento con calor y masaje, limpieza con toallitas específicas y, en casos más graves, los antibióticos orales, nos permitirán conseguir un equilibrio correcto en la composición de nuestra lágrima.

No todas las lágrimas son iguales.

Existen múltiples formulaciones en el mercado, y no todas tienen la misma potencia hidratante y regenerante. Una vez identificado el diagnóstico, será el oftalmólogo el que oriente a la más indicada en cada caso, siendo siempre importante elegir lágrimas sin conservantes y con altas concentraciones de ácido hialurónico.

La prevención y hábitos de vida del paciente son claves para el éxito.

EL correcto uso de las lentillas: un uso limitado de horas con una correcta higiene de las mismas. Evitar ambientes secos con calefacciones muy altas, aires acondicionados o sustancias irritantes.  Acostumbrarse a descansos visuales frecuentes al leer, conducir o usar pantallas (todas ellas actividades que reducen el parpadeo aumentando por ello la evaporación de la lágrima). Pequeños gestos todos ellos que junto con un buen tratamiento nos permitirán un control sintomático de este síndrome cada vez más frecuente